martes, 23 de abril de 2013

Tuve esa etapa en la que relacioné estar mal con vomitarlo todo sobre un papel. Aquellos días pensé en que era fácil desahogarse así, plasmar todas tus frustraciones con la ayuda de un bolígrafo y las ganas de liberarte, de sentirte comprendida por ti misma. Entonces afirmaba que los textos salían más bonitos cuando algo te atormentaba, porque llegas a profundizar más en la vida y simplemente, escribes más bonito, las palabras salen de otra forma. Eso pasaba cuando algo, repito, te atormentaba, pero no te ahogaba ni te partía en dos como si fuese un rayo. Ahora he llegado a un punto en el que estoy tal vez demasiado saturada como para poder liberarme. El  vaso está apunto de rebosar, y eso me impide escupir todo lo que siento, porque tengo un auténtico enredo en mi cabeza, y apenas consigo distinguir esos sentimientos que antes resultaba fácil describirlos. Es algo así como si te pidiesen describir algo que nunca has visto, algo que tal vez ni siquiera existe. ¿Cómo pretendo explicar el barullo de mi cabeza si mi corazón no calla y no me deja escuchar lo que pasa ahí dentro?

3 comentarios:

  1. De dos en dos, sí señor jaja. Me encantan, las entiendo awww, sobre todo la primera, que gustazo poder leerlo.

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