domingo, 15 de septiembre de 2013


No siempre sabemos por quién merece la pena jugárnosla y apostarlo todo. La mayoría de veces, cuando nos dejamos llevar por unos sentimientos (en ocasiones un tanto engañosos)y nos volcamos plenamente, al tiempo nos damos cuenta de que tal vez hemos entregado demasiado a alguien que no lo merecía. Yo por suerte tengo en mi vida a ciertas personas por las que de verdad valdría (y vale) la pena darlo todo, y con las que seguro, no me equivocaría. Las mismas personas que saben que conmigo, ellas tampoco se equivocarían.


martes, 10 de septiembre de 2013

Breve pero intenso.



Poco a poco empiezas a aceptar que las cosas cambian y cuando te paras y miras atrás, te das cuenta de que varios aspectos de tu vida han dado un giro de 360º sin que tú lo hayas decidido y que el tiempo es como el huracán que sopla fuerte y lo va revolviendo todo a su paso. Sabemos que no todo puede mantenerse intacto para siempre y que realmente, vivimos de los recuerdos que nos quedan por cosas que tuvimos y ya la vida, por un motivo o por otro, nos ha arrebatado. También es cierto que no hace falta vivir grandes cosas para tener grandes recuerdos. A veces los simples detalles, nos hacen sentir llenos, aunque sea por poco tiempo. No todo tiene que durar lo eterno para valer la pena, de hecho, la mayoría de ocasiones, los momentos más fugaces son los que más marca dejan. Tal vez hay cosas que duran demasiado poco, mucho menos de lo que nos gustaría, pero sabemos que mientras duraron fuimos los más felices, y eso, queramos o no, es ahora lo único que nos queda.

lunes, 2 de septiembre de 2013

On fire.


Pudimos haber amanecido más de un día en la playa, con la sonrisa tonta aún fija en nuestras caras. Él sabía que su mirada a las 00:00 de la noche era el único deseo que podía yo pedir. Y lo tenía. Lo tuve. Fue nuestro, algo así como un regalo compartido, pero que siempre es un poco más de uno que de otro... pero que nunca paras a pensarte de quién. Fue como la estrella fugaz que esperas con ansia en una noche de verano, como el vuelo barato a tu destino preferido, como la canción esperada mientras vas en el coche con la radio puesta, como el vestido perfecto en la tienda más escondida del barrio. Duró lo mismo que dura un hielo cerca del fuego, lo mismo, exactamente lo mismo. El porqué está claro: no todo lo bueno (ni lo malo), dura para siempre. Y aún más claro está que él era el fuego y yo el hielo.