domingo, 4 de enero de 2015

Y si apunto a las estrellas...



Cuando parece que conocemos a alguien sin conocerlo. ¿A quién no le asusta (y a la vez le hace tan feliz) encontrar a alguien con el mismo caos mental y a la vez con las mismas ideas tan claras? La vida es un cúmulo de casualidades, y quizás la casualidad y el destino vayan de la mano. A veces no hace falta entenderlo, tan solo sentirlo, aceptarlo tal cual es, tal cual nos ha llegado. Parece mentira ser protagonista de una película que sabes que podría ser ganadora de un Óscar, como mínimo. Juro haber escuchado en su voz la señal más obvia, el motivo perfecto, incoherente, irracional o incluso surrealista. Me dijo que odiaba la sensación de perder el tiempo, de sentir como la vida pasa sin dedicar el tiempo en todo aquello que nos merece la pena. Y después me di cuenta de lo bien que sienta tener a tu lado (lejos o cerca, pero a tu lado) a alguien con las mismas ganas de filosofar a las tantas de la noche sobre lo bonito de la vida y las putadas de la misma. Entendí que la casualidad somos nosotros, nuestro empeño y nuestra ilusión, nuestra inocencia y nuestra sorpresa por habernos encontrado. Qué extraño y reconfortante resulta ser el objetivo de tu objetivo. Y qué bonito, sobretodo, qué bonito.