viernes, 10 de abril de 2015
sábado, 7 de febrero de 2015
Me quiero demasiado como para odiar tanto. Merezco demasiado como para conformarme con tan poco. Después de tantas experiencias y tantos golpes se aprende. Claro que se aprende. A caer con un poquito más de glamour. Supongo que serviría de consuelo pensar que caemos por las zancadillas que nos ponen los demás y no por nuestro propio peso. Sin embargo, no consuela ni siquiera eso. Ojalá dependiese todo de uno mismo, ojalá pudiéramos elegir cuando hacernos daño y ojalá no viviésemos expuestos al peligro de los demás.
Cuando utilizas tu alma entera de coraza, siempre se quiebra un poquito. Quizás por el frío que siempre le viene de cara y las puñaladas que salva. Sí, llamemos salvar a dejar que el puñal se clave pero no mate. El alma expuesta a todo deja que te desangres, poco a poco, que es como más duele, cómo más vivo al fin y al cabo te sientes.
(Siempre acabo de escupir palabras con la sensación de no entender una mierda, y esta es la primera vez que me atrevo a reconocerlo por escrito.
Aquí dentro no hay orden, por si no ha quedado claro.)
domingo, 4 de enero de 2015
Y si apunto a las estrellas...
Cuando parece que conocemos a alguien sin conocerlo. ¿A quién no le asusta (y a la vez le hace tan feliz) encontrar a alguien con el mismo caos mental y a la vez con las mismas ideas tan claras? La vida es un cúmulo de casualidades, y quizás la casualidad y el destino vayan de la mano. A veces no hace falta entenderlo, tan solo sentirlo, aceptarlo tal cual es, tal cual nos ha llegado. Parece mentira ser protagonista de una película que sabes que podría ser ganadora de un Óscar, como mínimo. Juro haber escuchado en su voz la señal más obvia, el motivo perfecto, incoherente, irracional o incluso surrealista. Me dijo que odiaba la sensación de perder el tiempo, de sentir como la vida pasa sin dedicar el tiempo en todo aquello que nos merece la pena. Y después me di cuenta de lo bien que sienta tener a tu lado (lejos o cerca, pero a tu lado) a alguien con las mismas ganas de filosofar a las tantas de la noche sobre lo bonito de la vida y las putadas de la misma. Entendí que la casualidad somos nosotros, nuestro empeño y nuestra ilusión, nuestra inocencia y nuestra sorpresa por habernos encontrado. Qué extraño y reconfortante resulta ser el objetivo de tu objetivo. Y qué bonito, sobretodo, qué bonito.
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