viernes, 10 de abril de 2015

Haciendo un pulso, cabeza y corazón...



¿Imaginas poder elegir, al menos durante un par de días, qué sentir? Probablemente después querríamos que fuese así siempre. O quizás al final nos volveríamos locos por tanta cordura. De vez en cuando viene bien cerrar el circuito de la razón para dejar que toda la fuerza la transmita el corazón, desde dentro, desde lo más profundo. Imagina diciéndote: "no te mueras de ganas por darle un abrazo" y que realmente lograras no hacerlo. Imagina diciéndote: "enamórate de esta persona, que aunque no se corresponde al cien por cien con tu prototipo, es quien más (y mejor) va a saber quererte." Qué orgullosos estaríamos de nosotros, ¿no? Y qué poca chispa tendría la vida.
¿Quién, con los ojos cerrados, se atrevería a negar un beso a la persona que logra sacarle la más descuidada carcajada y consigue hacerle feliz con su forma de ser? Por desgracia, buscamos las bases del amor en demasiadas otras cosas. Ojalá pudiésemos elegir en quién fijarnos o a quien querer, pues demasiadas veces el corazón es torpe y un poco kamikaze también. Y nosotros, en fin, nosotros somos los que se enamoran del interior pero que, si no les gusta el envoltorio, se fuerzan a decir que ya no sienten nada por lo de dentro. Qué humano e irónico se ha convertido desperdiciar oportunidades de vivir de manera plena, desde el sentido completo del alma, desde el amor sincero a alguien, de esa magia, la esencia real, que hubiera aparecido con los ojos cerrados y que permanecería con simplemente escuchar una voz. Qué valientes nos creemos al rechazar lo que queremos, por el hecho de que la sociedad no lo quiera... Qué valientes. 

(Y qué inconscientes).