jueves, 25 de abril de 2013


''Cuando entré en la cabaña la vi clavada en el suelo, firme sobre sus botas negras militares, dominando el comedor con la mirada. Como de normal, se encontraba absorbida en su mundo interior (a saber qué diablos ocurría ahí dentro), pero parecía sin ninguna duda tenerlo todo controlado. Carlota fue algo así como el tipo de chica que ningún tío quería tener cerca. Era un continuo peligro, una montaña rusa que no pasaba nunca por controles de seguridad. Era como una droga, adictiva, que te ayudaba a olvidar tus propios problemas al menos por un rato, pero resultaba ser también algo dañino. O bueno, eso mi mente me quería hacer creer. Me llevaba siempre para aquí y para allá, todo comeduras de cabeza y se hacía complicado llegar a entenderla el noventa por ciento de las veces, pero en el fondo a mi corazón le hacía bien. Quiero decir, a pesar de lo difícil que ella era en sí de vez en cuando (cosa de la que me sentía culpable porque cuando la conocí era dócil, tranquila, y en fin, todo lo contrario a lo que ahora resultaba ser), se me hacía fácil quererla, es algo que no tenía que forzar, me salía solo, ya era una rutina, algo así como mi costumbre diaria preferida.''

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