miércoles, 28 de agosto de 2013

bsb.


 Y entonces se detuvo, a mitad del sendero de piedras y hierbajos que llevaba a quién sabe dónde. Alzó la mirada al horizonte, y levantó la vista al cielo. Ese cielo que sabía que iba a echar de menos. Ese cielo diferente al cielo del resto de rinconcitos del mundo. Tenía claro que respirar aquel aire era puro privilegio, suponía llenarte los pulmones de buenas sensaciones para el resto del mes, y con un par de bocanadas, igual hasta se solucionaba gran parte de la vida. La melancolía apareció entonces entre las montañas que le rodeaban. Junto al sonido de las hojas que mecía la suave brisa, asimiló que todo ese paraje permanecía ahí intacto los otros 364 del año. En el mismo sitio. En el mismo valle. En las mismas rocas. En la misma curva del camino. En el mismo meandro del río. Esperándole a ella. Y lo sabía, por supuesto que lo sabía. Aquel trozo de naturaleza se había creado, únicamente, por y para ella.


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